martes, 24 de junio de 2014

Carlos Mejía Cáceres, el escritor que pretende cambiar el mundo con poesía

Decidido a capturar la belleza Carlos Mejía Cáceres discute con el dolor, le da batalla a las injusticias que aquejan al hombre.  Cuestiona, acecha la soledad; se detiene en el amor. Escribe aferrado a la búsqueda constante, a la reflexión. De palabra al verso, del verso a la vida. Se puede cambiar el mundo; está convencido.  


Es el tercer libro del escritor y poeta, Carlos Mejía Cáceres, titulado “Fugacidades”. En sus páginas se descubre un constante compromiso con el ser humano, con  todos los aspectos que involucran la existencia. Es dueño de una enorme sensibilidad cuando le escribe a los ancianos, a los niños, a los vendedores que andan mudos y casi invisibles por las calles. Son los que nadie mira y a los que el poeta rescata como advirtiendo que existen y que seguramente nos necesitan.

Carlos Mejía es actualmente profesor de literatura y vive en San Juan de Lurigancho. Conoce bien la realidad y la dureza en el día a día que enfrentan sus habitantes. Escribe desde que era un niño. De muy joven trabajó en diversos oficios que van desde la mecánica  -donde aprovechaba escribir poemas sobre servilletas cuando la inspiración lo asaltaba, a pesar de tener las manos manchadas de grasa-.  Alguna vez hizo taxi, es un hombre que se forjó a punta de estudio y perseverancia, por eso que es capaz de reconocer cada rincón del alma humana que sufre o canta a su alrededor.
“Quién pudiera detenerse/y regalarte una sonrisa / (…) / Nadie sabe cuánto sufres al bullicio/ nadie observa tus deditos/ agitados y confusos/ que no entienden de rutinas/./  ¿Acaso temes que nadie te acaricie?/ ¿acaso dudas del afecto de quien te ama?”  Extracto de Amarguras infantiles, una composición que descubre la soledad de un menor.

Existe una carga social muy marcada en ese misterioso mandato interior del cual el poeta no puede ni quiere escapar. Como decía Miguel Gutiérrez: nada ni nadie obliga a escribir, pero es la literatura que se impone como una necesidad. En esa literatura están alojadas las interrogantes sobre la vida y la muerte, el desencanto de un dios -tal vez su propio desencanto- sobre las desigualdades sociales que oprimen el corazón del prójimo, de los más vulnerables.

Lo mismo ocurre con Recolector:   “Manta andina ya vetusta/ lento andar de encorvado itinerario/ no distingue a quien lo mira/ solo busca en el suelo/ los residuos del frívolo comercio. / / El sombrero no lo abriga/ ni protege del calor del mediodía/ niños y nodrizas lo contemplan habituados/ como el árbol de la esquina/ como el auto en el asfalto/ como el traje que camina.”   

“Me puedo enamorar del cielo, del paisaje…”
Emoción, sensibilidad, sueños, ternura, frenesí,  pasión, son muchos de los componentes con el que Carlos Mejía construye sus poemas.  A través de ella es capaz de establecer  armonía con la naturaleza, con los animales.  Se siente un hermano del monte, un confidente del río que corre y  de los manantiales, critica el mal uso de la tierra, y razón no le falta en estos tiempos actuales donde la propiedad se vuelve voraz e indiscriminada.

-Me puedo enamorar del cielo, del paisaje… -declara-.

Mejía Cáceres confía en la poesía  porque a través de ella Vallejo nos enseñó a ser más humanos, a través de la literatura Borges nos sorprendió con la maravillosa memoria de Funes, y con él nos gustó más la lectura.  Es cierto que el poema va al corazón del hombre, puede denunciar injusticias, puede compartir un beso, como Neruda escribir los versos más tristes, pero también es cierto que puede conmover el corazón más duro, canalizar sentimientos, encontrarnos con nosotros mismos.  

Nokanchi Kanchu y las caravanas literarias
A través del Movimiento Literario Nokanchi Kanchu, de San Juan de Lurigancho, liderado por el vate, Carlos Villa, y acompañado de un gran número de intelectuales del distrito, entre ellos Ana Chuiquimango, Ele Vrihodiró, Juan Carlos Duran, Claver Narro Culque, y el mismo Carlos Mejía  -quienes han editado su primer libro de poemas titulado Colgando Poesía- no se conforman con escribir.

Todos han decidido apostar por la difusión de la literatura a través de caravanas literarias que llegan a colegios, actividades protocolares, aniversarios, a todos los rincones del distrito con un único fin: leer poesía. Al fin y al cabo la labor es como el poema, una imperecedera inspiración:

“Podría exhalar el aliento/ de un verso y jamás terminar/. / Siempre hay destellos/ de mágico aspecto/ sutiles encantos/ en limpias pupilas;/ siempre hay vivencias/ fugaces y eternas/ nostalgias perdidas/en cielos grisáceos/ siempre hay caminos/ trazados e inciertos/ frágiles pétalos/ fortalecidos en besos/ siempre hay auroras radiantes y tenues/ aromas de tardes/ risueñas al llanto…/./ Podría aspirar el efluvio de un sueño y jamás terminar.”


LC/EQM

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